Mamá: hoy no consigo entrar en el
blog. Quería contarte que hace días que no paso por el cementerio y tengo
pesar, a saber cómo van a estar aquellas flores de secas, no me dijo Mayte si
fue ella.
Fui a pasea un poco, ni siquiera
un paseo, una vueltina con el perro. Tenías que ver cómo estás las zarzamoras
de floridas, se me va la vista a las flores chiquitinas y pienso que qué guapo
si pudiera llevarte un pedacín de campo. Había
un cuento de pequeña que se titulaba “El jilguero y la margarita”, sería
de la colección Mis cuentos de hadas, pero no estoy segura. Al pajarín
le llevaron a la jaula una esquina de césped del jardín con la margarita que
había crecido en él y de la que el jilguero se había enamorado. Se secó con los
días la hierba y la flor y el ajatillo también murió de pena.
Lo que quería contarte es que
Rock(y) corre, juega y luego me busca para que lo ate. ¿Qué pasará con el miedo
a la libertad?
Luchando,
cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Blas de Otero
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Blas de Otero
Hice una foto a una planta
que de pequeños le llamábamos “cuquiellos”.
No sé cómo saldría. Esta tarde graznaban los cuervos, está preparando
para llover. Hice una foto a los árboles donde estaban como si la imagen
pudiera recoger el sonido. Hace muchísimo que no oigo el cuco. Me acuerdo de la
canción que nos enseñaste:
Cuquiellín
del rey,
paliquín
d´escoba,
dime
cuantos años falten
pa
la mi boda.
Uno,
dos, tres…
Y
contábamos las veces que el cuco cantaba. Luego:
Cuquiellín
del rey,
¿rabiquín
de perru?
cuántos
años falten
d´aquí
al mi entierru
Uno, dos, tres...
Y
volvíamos a contar.
Una vez tuvimos un cuco de
cría abandonado, arrojado del nido, en una caja de madera, le dábamos pan
mojado en leche y, claro, murió. Luego el entierro que hacíamos en el huerto a
todos los bichinos queridos. Hoy estoy muy inclinada hacia el tema. ¿Recuerdas
cuando murió Manolín? El mismo día Mercedines, la niña con síndrome de Dawn,
sin que nadie la atendiera, agarró nuestra cría de pato por el cuello con tanta
fuerza que lo ahogó. Se juntaron los llantos por el niño con el llanto por el pato.
Los niños…
Y
contando los botones de la ropa que llevábamos puesta:
Soltera,
casada,
viuda,
enamorada