domingo, 5 de junio de 2011

PRIMERA COMUNIÓN

Mamina:
Hoy es el día de la primera comunión de Marino.
Marino Manuel Díaz Viesca
Recibió su Primera Comunión
 el día 5 de Junio de 2011
en la Iglesia Parroquial de
San Martín de Borines.

El tercer nieto que hace la primera comunión. Me gustaría poder añadir a la página una foto de las de Javier y Miguel, y, sobre todo, las fotos de mis hermanos y la mía. Por la tarde, Mayte y los niños os llevaron rosas a papá y a ti. Muchos besos.


Las primeras comuniones de casa van unidas a un recuerdo amargo.
En la de Mayte sales en la foto riñéndome, por detrás, para que me pusiera erguida; imposible, la de años que pasaron y sigo inclinada, como si me llamara la tierra; como mi padre, como la abuela Obdulia. ¿Signo de humildad o de la humillación que pesa sobre los campesinos generación tras generación?
La Primera Comunión de Javi fue agotadora: el día anterior, el bautizo (iba guapísimo) y se escapó de casa en bicicleta, supongo que nervioso, disparatado, orgulloso de su aspecto, seguramente para que todo el mundo lo viera en Almazán; al siguiente, la Comunión, se comportó bien, como uno más, tuvo como todos su pequeño papel en la ceremonia; él mismo había escogido su traje en Modas Beatriz, una camisa de seda como pintada a mano y un pantalón a juego color rosa palo. Recuerdo la primera vez que lo llevé a comprar ropa, cuando vino del colegio, para que no usara siempre ropa de segunda mano, de la caridad. No podía contener la felicidad, la tristeza y la alegría eran estados de ánimo que Javier no sabía manejar; comenzó a retozar, hacer cabriolas, como un borriquillo coceando. Beatriz y yo conteníamos la emoción. Luego todo fue un desatre: en el colego le quitaron el conturón porque con él pegaba a los niños y no respetaron la propiedad de su ropa en la lavandería; al repartir, la ropa limpia, a cada cual le daban lo que le tocaba. Vino a casa con una ropa que le resultaba increiblemente grande. Y vuelta a vestirlo como cualquier niño merece, con dignidad, no como un mendigo. "Es como un gitanillo", decía mi suegra. Era, con diez años, desmedrado, moreno, con el nistagmus que le daba la apariencia de inquietud y de susto, inquieto, atascado por el miedo y la vida difícil.
La Comunión de Miguel vino marcada por la separación de sus padres. A la salida de la iglesia, una conversación civilizada, tensión controlada en algún momento, sonrisas, apariencia de normalidad. Y la familia de su padre lo llevó a celebrar el banquete. Nosotros, tan poca cosa (tú, mis hermanos, Javi y yo), de vuelta a casa. ¿Qué habrían costados cinco cubiertos más en la mesa?
Pero hoy, todo precioso, tres niños y dos niñas, la iglesia engalanada, Marinín muy feliz, María guapísima con un vestido blanco,  Mayte comulgó, don Luis Marino salió satisfecho. A pesar de que en el pueblo no habrá comuniones hasta dentro de tres años: no quedan niños. Lo triste estuvo después, en la celebración, cuando Javier me contó la primera borrachera de Miguel un fin de semana que lo dejé ir a su casa. ¡Qué conmoción me produce la propia palabra, con todo lo que nos hizo sufrir el alcohol a esta familia!
Muchos besos, mamá.



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