martes, 21 de junio de 2011

CUQUIELLÍN DEL REY...

Mamá: hoy no consigo entrar en el blog. Quería contarte que hace días que no paso por el cementerio y tengo pesar, a saber cómo van a estar aquellas flores de secas, no me dijo Mayte si fue ella.
Fui a pasea un poco, ni siquiera un paseo, una vueltina con el perro. Tenías que ver cómo estás las zarzamoras de floridas, se me va la vista a las flores chiquitinas y pienso que qué guapo si pudiera llevarte un pedacín de campo. Había  un cuento de pequeña que se titulaba “El jilguero y la margarita”, sería de la colección Mis cuentos de hadas, pero no estoy segura. Al pajarín le llevaron a la jaula una esquina de césped del jardín con la margarita que había crecido en él y de la que el jilguero se había enamorado. Se secó con los días la hierba y la flor y el ajatillo también murió de pena.
Lo que quería contarte es que Rock(y) corre, juega y luego me busca para que lo ate. ¿Qué pasará con el miedo a la libertad?

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Blas de Otero

Hice una foto a una planta que de pequeños le llamábamos “cuquiellos”.  No sé cómo saldría. Esta tarde graznaban los cuervos, está preparando para llover. Hice una foto a los árboles donde estaban como si la imagen pudiera recoger el sonido. Hace muchísimo que no oigo el cuco. Me acuerdo de la canción que nos enseñaste:

Cuquiellín del rey,
paliquín d´escoba,
dime cuantos años falten
pa la mi boda.
Uno, dos, tres…
Y contábamos las veces que el cuco cantaba. Luego:
Cuquiellín del rey,
¿rabiquín de perru?
cuántos años falten
d´aquí al mi entierru
Uno, dos, tres...
Y volvíamos a contar.

Una vez tuvimos un cuco de cría abandonado, arrojado del nido, en una caja de madera, le dábamos pan mojado en leche y, claro, murió. Luego el entierro que hacíamos en el huerto a todos los bichinos queridos. Hoy estoy muy inclinada hacia el tema. ¿Recuerdas cuando murió Manolín? El mismo día Mercedines, la niña con síndrome de Dawn, sin que nadie la atendiera, agarró nuestra cría de pato por el cuello con tanta fuerza que lo ahogó. Se juntaron los llantos por el niño con el llanto por el pato. Los niños…
Y contando los botones de la ropa que llevábamos puesta:
Soltera, casada,
viuda, enamorada

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