martes, 3 de mayo de 2011

Defenderé la casa de mi padre: "El solar"

Defenderé la casa de mi padre.


Contra los lobos, contra la sequía, contra la usura, contra la justicia, defenderé la casa de mi padre. Perderé los ganados, los huertos, los pinares; perderé los intereses, las rentas, los dividendos, pero defenderé la casa de mi padre.


Me quitarán las armas y con las manos defenderé la casa de mi padre; me cortarán las manos y con los brazos defenderé la casa de mi padre; me dejarán sin brazos, sin hombros y sin pechos, y con el alma defenderé la casa de mi padre.

Me moriré, se perderá mi alma, se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre seguirá en pie.
(Gabriel Aresti, 1963)

El solar tenía avellanares, el fresnu, la tilar, la figar de los de Nieves, el picaderu de la leña donde quedarán todavía restos de morgazu. La posguerra fue dura para todos, pero siempre hay quien gana con las guerras. Algunos ganadores desposeyeron a algunos vencidos y se repartieron el botín. Hubo quien fue capaz de vender incluso la parcela de la que había adueñado. Los compradores fueron advertidos antes de firmar las escrituras, pero pudo casi siempre más la ambición que lo justo. Fueron años de lucha de mi madre (enfrentada a mucha gente, a la mentalidad de la justicia de la dictadura, a la incomprensión, a la maledicencia y la difamación, al acoso, sin la ayuda de quienes deberían defender la decisión de la justicia y el orden público) para restablecer las propiedades que había adquirido el abuelo junto a la casa familiar cuando regresó de Tampa.

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