sábado, 21 de mayo de 2011

LITERATURA INFANTIL

Verano
Textos de refresco
La edición de libros infantiles atraviesa un gran momento, aunque no se pueden descuidar las actuaciones para promover la lectura. Las vacaciones son el mejor momento para viajar con los niños al mundo de los libros
ELENA SIERRA / I. C. R./
Promover el entendimiento internacional a través de los libros para niños y jóvenes. Ese es el objetivo número uno de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil. La agrupación se creó hace ya 25 años para apoyar los objetivos propugnados por el International Board on Books for Young People, IBBY, fundado a su vez en 1953 por un grupo de personas preocupadas por las consecuencias de la II Guerra Mundial que estaban convencidas de que la literatura podía servir para evitar nuevos desastres.
Porque, nos lo han dicho siempre, los cuentos y las novelas sirven para abrir mentes, conocer otras experiencias -que de otro modo nos estarían vedadas- y entender otras realidades. Eso nos vacuna contra la intolerancia. Los libros transmiten, o al menos pueden ayudar a hacerlo, valores. Por eso los profesionales del sector están convencidos de la necesidad de mantener sana la edición de los dirigidos a los más jóvenes. Pero, ¿es así? ¿Cómo es el panorama actual en lo que a libros de narrativa infantil y juvenil se refiere? ¿Se cumple ese otro objetivo de «favorecer en todo el mundo que los niños tengan acceso a libros de gran calidad literaria y artística»?
Si hay que hacer caso a las cifras, que no son un mal punto de partida, el sector marcha bien. Según el último Anuario de Literatura Infantil y Juvenil Española -análisis que cada año publica el grupo editorial SM-, el año pasado los libros dirigidos al público joven supusieron el 17% de los títulos totales producidos y un 9,5% de la facturación del sector editorial. Respecto al año 2004 se dio un aumento espectacular de ejemplares editados: un 27,2% más.
Y eso ocurre porque cada título alcanza, de media, los 5.000 ejemplares, de nuevo por encima de la media de los libros para el lector adulto. Todo ello con la desventaja de que hay un punto de 'amor al arte' en la edición infantil y juvenil: los precios son sensiblemente más bajos que cuando se habla de la última novela dirigida a mayores -salvo excepciones-. De hecho, las editoriales mantienen colecciones por debajo de los ocho euros para que cualquier lector tenga acceso a las buenas historias. Y si eso no surte efecto, las bibliotecas públicas tienen fondos para todos.
Más allá de los números, también hay en principio buenas noticias. En los últimos años la literatura infantil y juvenil ha sabido adaptarse al correr de los tiempos. Aunque sigue predominando la venta de fantasía -la escritora Laura Gallego lleva más de 200.000 ejemplares vendidos de las dos primeras partes de su trilogía 'Memorias de Idhún' (SM)-, cada vez son más los libros para niños que muestran con naturalidad la realidad en la que los pequeños están inmersos, su día a día y su futuro. Inmigración, interculturalidad, nuevos modelos de familias, adopciones... Parece que el placer de leer va acompañado de la necesidad de aprender. En esas anda Ana Viesca, profesora del Instituto de Posada de Llanera que ya ha publicado su primer cuento 'Las nomades de la mar', una historia sobre ecología dedicada a niños de entre 7 y 9 años. A pesar de todo, la autora es consciente de que el peso lo sigue llevando la literatura fantástica, algo «lógico a estas edades en que los libros de aventuras clásicas han quedado un poco lejos».
Lejos quedan ya las historias de 'Los cinco', como recuerda Esther Prieto, de Editorial Trabe. «Los detectives ya no pueden llevar lupa, tienen que ser más tecnológicos y en las historias exigen mezcla de realidad y la fantasía», resume.
«Se han cargado las tintas en el placer, pero no debemos olvidar que la lectura tiene mucho de esfuerzo», recuerda el profesor, investigador en literatura infantil y juvenil y escritor Seve Calleja. Acaba de publicar 'Te regalo mi cumpleaños', y hace poco veía la luz su adaptación del 'Frankenstein' de Mary Shelley para niños. «Los clásicos hay que redescubrirlos, hay que presentárselos a quien no los conoce. Son libros hechos para perdurar y que, adaptados al lenguaje de hoy, atrapan», explica el experto, convencido de que este punto crea siempre polémica. Él recomienda, para todos, 'La isla del tesoro': «Aventura en estado puro».
No se trata de «infantilizar» las grandes lecturas universales, sino de «traducirlas o recogerlas en relatos breves. También de recrear ese mundo clásico en las nuevas novelas». Hay que tener en cuenta, además, que lo que hoy está considerado un clásico para niños o adolescentes, a menudo no fue ideado como tal. «'Los viajes de Gulliver' tiene una carga crítica y una mordacidad tremendas», señala Calleja.
Elsa Aguiar, editora del Grupo SM, profundiza en esta idea. «La literatura infantil y juvenil es aquella que también pueden leer los niños»; es decir, que un libro publicado en una colección definida como juvenil no es una obra muy distinta de la que se publica para adultos. Prieto, sin embargo, se muestra más cauta pues hay historias que plantean problemáticas específicamente juveniles con poco interés para los adultos». Según Calleja, la barrera entre unos públicos y otros es cada vez más difusa». Un libro dirigido a los menores de edad gusta a los padres porque en realidad es una historia contada en un lenguaje un poco más directo y sencillo. Y gusta a los críos, «que son adultos en potencia», por ese mismo motivo. Tiene distintos niveles de significado, que cada grupo de edad irá descubriendo con el tiempo.
Aguiar combate con este argumento la manía de definir a la literatura infantil y juvenil como un género, menor por cierto, dentro del panorama de las letras. Tiene vida propia. Aunque «es cierta todavía la invisibilidad de este sector, no ocupa espacio en los medios», dice la editora. «Cuando lo hace, nunca es en la misma medida: no se hacen críticas de libros para niños», completa Seve Calleja.
Y eso a pesar de que la literatura infantil y juvenil en España, hoy, daría buenos titulares. Jordi Sierra i Fabra vende cada año 50.000 ejemplares de su libro 'Campo de fresas', más los que corresponden a otros títulos. 'Fray Perico y su borrico' lleva un millón. «Pero sólo es noticia que un autor de novelas para adultos alcance los 200.000», se duele Aguiar. «Esta literatura sigue estando en los márgenes de la movida cultura», sentencia el profesor.
Pero ahí sigue, en evolución. También podría ser noticia que ahora los libros no son meras traducciones de ideas importadas, sino que cada vez más se escriben aquí y que además muchos terminan siendo traducidos al inglés, francés o alemán. «Eso era algo desconocido hasta hace poco», dice Elsa Aguiar. «Es muy buena señal. La literatura española para niños y adolescentes está conquistando el lugar que le correspondía». Ocurre con autores que retratan la vida cotidiana, con la fantasía, las aventuras y hasta el terror y la intriga. «Están representados todos los géneros, como en la literatura de adultos», insiste la editora.
Lo que sí se echa en falta desde la Editorial Trabe es más adquisición y producción de literatura infantil y juvenil en asturiano. «Se venden mucho peor que los libros para adultos, lo cual nos lleva a pensar que algo está fallando en el proceso de escolarización porque no es capaz de generar lectores nuevos de asturiano». Apunta también Prieto a otra razón que es la falta de libros en asturiano para los más pequeños, aunque parece que va a cambiar la tendencia, pues ya hay editoriales que están publicando volúmenes visuales que acostumbran a los chiquillos. «Es uno de los retos que tenemos ahora mismo, el ser capaces de llegar a los más pequeños y que los padres cuando empiecen a comprar cuentos a los críos los adquieran en asturiano».
Eso sí, Ana Viesca espera que, al menos con la literatura asturiana no se caiga en el «mercantilismo». Así define la autora a las lecturas obligatorias en el colegio, que «no me gusta nada». Su colega Calleja, está de acuerdo: «Leer deja de ser un placer porque huele a clase. Y la culpa la tenemos profesores y editores». (El Comercio 1 de agosto de 2006)




No hay comentarios:

Publicar un comentario