domingo, 1 de mayo de 2011

LA AYALGA

La casa de tia Pépa era como un cuentode hadas: tareas que cumplir, obstáculos de librar y tesoros, muchos tesoros. El primero de ellos era la ropa de los arcones. Pero lo más importante ayudarla a vestir. Después cómo sortar las tablas y los ladrillos rotos para pasar a la cocina y al baño. Fregar con un cacharrión de agua y un trapo en vez de estropajo. La habitación de atrás, tan oscura que nunca llegué a ver. La prohibición de tocar nada de la cómoda. La ornacina con la virgen de cabellos naturales. El crucifijo sobre la cama de juerro. Y sobre todo las largas sesiones de peinado, antes de poner la saya, con un peinador sobre los hombros.

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